martes, 22 de abril de 2008

OTRA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL NO, POR FAVOR


A uno le da no se qué poner en duda las percepciones de uno de los gurús del momento, Jeremy Rifkin, pero, ¡qué coño!, es la prerrogativa que nos queda a los monaguillos.

Todo esto viene a cuento de algunas ideas que Rifkin lanzó recientemente en Capital, empezando por el titular: “España puede liderar la tercera revolución industrial”. Si no fuera por el verbo poder, hubiera pensado que se trataba de un flash recuperado de la hemeroteca franquista.

Para Rifkin la clave de esta supuesta tercera revolución industrial son las energías renovables y muy particularmente su apuesta preferida: el hidrógeno. Todo ello unido al desarrollo de micro redes de almacenamiento interconectadas entre sí, pero con autonomía para generar y gestionar sus necesidades energéticas, algo que a Rifkin le gusta llamar smart grids.

Particularmente, me declaro defensor acérrimo de la simpleza en los planteamientos que no es otra cosa que reflejo de sabiduría. Si alguien necesita tres horas para explicarse quiere decir que no tiene las cosas nada claras. Pero, en este caso, la rotundidad no acaba de convencer.

Las energías renovables son objeto de deseo, tanto ambientalista como materialista. Todos confiamos en que puedan darnos un respiro de aquí al 2050 en las tenebrosas previsiones medioambientales. Pero convertirlas en el Santo Grial me parece exagerado o, al menos, desmedidamente optimista.

Como decía el otro, no hay que esforzarse en imaginar el futuro porque ya está aquí. Y ese futuro pasa, entre otras cosas, por dejar de hablar de otra revolución industrial, una más no, por favor. Después de China y quizás India, se nos han acabado los clones y es más que dudoso que África pueda ser la despensa.

Hay que ser más optimista e imaginativo y no confiar, una vez más, en la capacidad del viejo capitalismo para reinventarse de nuevo. Debemos aspirar a invenciones y olvidarnos de recreaciones de supervivencia.

Y de igual forma, debemos asumir nuestras limitaciones y generar nuevas oportunidades. En este modelo que lleva ya tres siglos recreándose, tenemos pocas oportunidades de situarnos en cabeza. Y ahora no es el momento de intentarlo una vez más.

Es correcto explotar nuestras condiciones para situarnos en cabeza de las renovables. Es necesario mejorar nuestros índices de I+D. Es una necesidad intervenir sobre nuestra particular cultura productiva. Pero, ahora que el momento exige una pausa y un ejercicio de prospectiva estratégica global, debemos hacer uso de algo que es consustancial a todos los humanos: creatividad. Y en esto, si podemos aspirar a ser el referente, al menos europeo.

Buenos días y buena suerte

(IMAGEN: JAMES QUANTZ - 2007)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Efectivamente Rifkin es un gurú y tiene que ejercer de eso, al menos con nuestro presidente de gobierno. Pero coincido en lo absurdo de sus maximizaciones.