Hace algunas semanas me encontré navegando por la red una reseña sobre una charla que di en BCN hace ya algunos meses. No me ponía demasiado a caldo, digamos que una de cal y otra de arena. La de cal fue calificarme de clásico en la parte de mi discurso que hacía referencia al desarrollo de la innovación.
No es la primera vez que escucho este tipo de comentarios y, pese a que acepto todas las opiniones y ahora más aún con el nuevo ministerio de la Igualdad, quisiera aclarar brevemente la diferencia entre invención y desarrollo.
Cuando Pablo Picasso pintó Las Señoritas de Avignon, podríamos decir que inventó el cubismo al romper de forma radical con todo proceso imitativo. Esta fue la fase de invención. Pero, una vez que la idea tomó forma en su cerebro, inició la fase de desarrollo y aquí se acabó el proceso creativo para entrar en una rutina operativa sobradamente conocida. Conseguirse una tela, unos pinceles, tubos, un lugar donde apoyar la tela y así sucesivamente.
Nadie duda del inmenso potencial creativo del malagueño cuando desplegó una representación estrictamente dimensional que daba lugar al cubismo puro. Pero después se limitó a ser clásico en la ejecución como no podía ser de otra forma.
Podemos clonar a la abeja maya para conseguir una miel con propiedades curativas para el acné juvenil, pero al final habrá que producirla industrialmente y colocarla en una estantería para su consumo. Podemos hacer que los envasadores calcen zapatitos Pepita is Dead y bolsos portaobjetos de Bimba&Lola, pero habrá que envasar por narices.
En definitiva: la invención es la invención y la reducción a la dura realidad es otra copla.
Buenos días y buena suerte
1 comentario:
Efectivamente, la confusión entre el acto puramente creativo de la invención y el desarrollo posterior es muy habitual. Por otro lado, la gente "creativa" tiende a negarse a reconocer que hay un momento estándar en su actuación.
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