ALMA CREATIVA

En próximas entregas continuaré con el tema de la Tribus en Innovación. Pero hoy quisiera volver sobre un lugar común cuando se habla de innovación y, en consecuencia, de creatividad. En realidad, se trata de un preconcepto que es como llaman los doctos a aquellos conocimientos de elaboración personal, basados en la experiencia propia, pero carentes de fundamentación. Vamos, eso que vulgarmente se llama errores conceptuales o, como diría Cánovas del Castillo, falacias.

Esta falacia en concreto se centra en la creencia popular de que sólo algunos son los elegidos a la hora de poder ser protagonistas de actos creativos que provoquen innovación. Hablamos de sabios, genios o en menor medida artistas. Nada más lejos de la realidad: la creatividad no solamente está abierta a todos, sino que todos nacemos con ella. En consecuencia, es universal.

Aunque el ejemplo parezca pueril, yo siempre acostumbro a decir que uno de los mejores museos prácticos de la creatividad es la cocina. Y no hablo de Adrià o Arzak. No, no, la cocina monda y lironda que todos tenemos en nuestras casas.

Si tiene tiempo, parese un momento esta noche a observar y se dará cuenta de que está rodeado de grandes ideas creativas que a fuerza de ser cotidianas nos pasan desapercibidas.

Todo esto viene a cuento de recordar a uno de los grandes creativos cotidianos: Gabriel Lluelles (Barcelona,1923) a quien la ciudad condal acaba de rendir homenaje con una exposición en la cripta del FAD (Foment de les Arts i del Disseny).

Gabriel Lluelles ha sido siempre uno de mis grandes héroes junto a Tintín, el Maltes y demás. Un hombre creativo hasta la medula y también bastante desconocido aunque día sí y día también utilicemos alguna de sus grandes ideas: la minipimer para PIMER (Pequeñas Industrias Mecánico Eléctricas Reunidas), el exprimidor, tostadoras, aspiradoras y mucho más.

Desde aquí mi más sincero agradecimiento por su genialidad y por su humildad que demuestra que todos tenemos un alma creativa que descubrir.