Quienes vivimos de la Innovación, es decir que nuestro trabajo es mediar para que personas y organizaciones sean protagonistas activos del cambio, vivimos con cierta angustia los tiempos que corren. Y es que, como diría mi tía abuela: son malos tiempos para la Innovación.
No, no me he metido entre pecho y espalda cinco lingotazos de Dyc o cualquier otra pócima del botellón. Es cierto, son malos, muy malos tiempos para la Innovación.
Tiempos de iluminados intrusistas, tiempos de políticos arribistas, tiempos de grandes dineros y promesas, tiempos de celebrados eventos interplanetarios, tiempos de conocimiento vulgarizado y sabiduría tibetana.
Yo nunca he sabido el nombre que define a nuestra profesión. Los que se ocupan de tuberías y desagües se denominan fontaneros, los que andan entre ladrillos y cemento son los obreros, perdón trabajadores de la construcción o familiarmente paletas, quienes profieren improperios, amenazan con el desastre apocalíptico y se rasgan las chaquetas de Armani se autodefinen políticos. Pero, la verdad, llamarme INNOVADOR me parece pedante y exagerado. ¿Puede alguien proponer nombres?
Quizás este sea el único consuelo que nos queda en medio del gran happening de la Innovación, último descubrimiento de la Humanidad, avanzada claro, porque los paletos de por allá andan todavía pensando en cómo instalar una televisión en la aldea.
Y el caso es que me ronda una pregunta desde hace ya algún tiempo:
¿Y cómo coño hemos conseguido sobrevivir hasta ahora sin la Innovación?
1 comentario:
TIRAOOOOOOS PA´LANTE
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