jueves, 22 de mayo de 2008

EL NORTE INNOVADOR


Ayer hablaba con un viejo compañero de fatigas que hace unos años decidió mudarse de convento y marchar al Norte, en el pleno sentido de la palabra, es decir Noruega, Suecia y Finlandia. Las cosas no le van nada mal porque como dice él: además de ganar dinero, aprendo todos los días gratis.

Yo he trabajado por aquellos lares en dos proyectos y ciertamente es otro mundo en lo que a Innovación se refiere. Empezando por una concepción amplia del término que engloba a la I+D en el apartado producto, siguiendo por el valor que se otorga al talento individual, venga de donde venga, continuando por el aprecio a desarrollar métodos operativos de trabajo en lo referente a la invención de ideas en bruto y terminando por la naturalidad con que hacen todo lo anterior.

Hablamos de España y, salvo el jabugo, la luz, un buen vino y los amigos, poco más echaba en falta, sobre todo lo referido al pan de cada día, es decir vender invención + innovación. Como dice otro buen amigo del CEIM, aquí lo que hace falta es un buen manual de Marketing de la Innovación. Y ciertamente en este país en cuanto te sales de la I+D, de las plataformas, trampolines y agentes tecnológicos, la palabra innovación suena a metafísica kantiana.

Este es un país repleto de bomboneras de plata sin bombones. Grandes centros, rimbombantes nombres, exquisitos diseños, mobiliario inspirador, frases grafitteras en los lienzos de pared, corners informales de meetingpoint y toda una parafernalia que cuesta un ojo de la cara. Pero cuando escarbas un poco, apenas si encuentras algo con fundamento. Esto no quiere decir que se estén haciendo cosas y bien hechas, sirva de ejemplo las iniciativas ejemplares que está desarrollando CEIM. Pero son gotas en un océano rojo que diría Chan Kim. Parece que lo que importa es el escaparate, el continente, la cajita de bombones que da notoriedad a un político o a un presidente de corporación. Poco más podemos encontrar. Son las nuevas catedrales urbanas, signos de poder y no demasiada fè en lo que representan, lugares donde duermen los sueños que dificilmente despertarán.

Al final, iba a tener razón Unamuno. Quizás lo mejor sea emigrar hacia el Norte.

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