viernes, 30 de mayo de 2008

LA SABIDURÍA DE LA IGNORANCIA


Era un espíritu libre, nacido quizás antes de tiempo en un lugar donde los hombres domaban el hierro, pero que vivió intensamente todos y cada uno de sus momentos.

Quizás no bebió suficiente agua de luna que es como algunas tribus de la sabana africana llaman a los sueños, pero ofreció mucha a todos aquellos que hasta él se acercaban.

Su curiosidad no tenía fin y era tan maravillosa como maravillado quedaba con sus descubrimientos. Amaba la Ciencia en su estado puro y en su esencia primigenia que no es otra que la ignorancia rebelde. Detestaba la ausencia total de inteligencia que no es otra cosa que la violencia. Violencia que arreciaba en su tierra de vasco, verde de esperanza.

Su oficio fue difícil, quizás el más complejo de todos: educar. Porque no era profesor, ni docente, sino educador paciente. Cada alumno era una nueva aventura, un reto insaciable. Convencer de lo acertada que es una curiosidad humilde, pero persistente e irreductible, eran sus metas. Convivir día a día con veinte o treinta historias, agnósticos de la esperanza del saber, mentes que podían ser prodigiosas, era su rutina.

Con el alba ha marchado hacia un nuevo viaje de descubrimiento, seguro de su incertidumbre, callada y silenciosamente como todo lo que hizo.

No puedo decirte descansa en paz porque nunca lo harás, siempre continuarás buscando más allá cómo llegar a ser cada día un poco más ignorante para que siempre quede algo por lo que luchar.

Adiós Juanjo

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